En estas fechas rara es la persona que no tiene la "desgracia" de que lo inviten a una primera comunión, y si ya eres el colmo de los "desgraciaillos" a tres o cuatro.
Este sacramento, antes obligatorio para cualquier niño o niña que cumpliera los siete años, se solventaba con unas cuantas estampitas que el niño repartía entre familiares directos y algún que otro amigo de la familia y que era correspondido por parte de estos con un pequeño donativo.
Hoy no, hoy la comunión conlleva una ingente cantidad de gastos, tanto para padres como para invitados. Parece imprescindible, comida opípara aparte, traje para los hombres, vestidos y taller de restauración para las féminas y una desbordante cantidad de regalos, la mayoría tan caros como inútiles, para el infante o infanta. Lo gracioso del caso es que esto último, los regalos, suele ser en un porcentaje bastante alto la única motivación del niño para acceder a este sacramento, tal es el caso, que una gran mayoría solventa en el mismo acto su primera comunión y la última y una vez cumplido el trámite muchos de estos nuevos sacramentados no vuelven a pisar la iglesia, en el mejor de los casos, hasta que tienen que hacer otro nuevo paripé como es la boda.
martes, 20 de abril de 2010
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