miércoles, 11 de agosto de 2010

PRIMARIAS SI Y MAS DEMOCRACIA INTERNA EN LOS PARTIDOS

Cada vez que dos o mas personas aspiran a ser candidatos para encabezar una lista electoral parece que se funden los plomos en los partidos. Esto que sería lo mas lógico y sano a la vez, se convierte en poco menos que una escisión. Los partidos políticos y sus líderes, a los que se les llena la boca de la palabra democracia, cuando se trata de ponerla en práctica en sus casas (partidos políticos) tiemblan de terror y echan mano de influencias para que en caso de tener que aceptarla, sea con el convencimiento de que tienen bien cogidas las riendas y no les van a crecer los enanos en su chiringuito.
Las primarias en España fueron un "invento" del PSOE allá por 1998 cuando estaba inmerso en una profunda crisis, donde los casos de corrupción, financiación ilegal y guerra sucia contra el terrorismo (GAL) supusieron la pérdida de las elecciones generales de 1996 y la posterior dimisión en 1997 de su Secretario General Felipe González.
Este "invento" con el que el aparato del partido trataba de acallar las voces de muchos históricos militantes y sobretodo de las bases, les salió rana y contra todo pronóstico un casi desahuciado José Borrell se llevaba el gato al agua, frente a un Joaquin Almunia que contaba con todo el apoyo de dicho aparato. El Sr. Borrell se benefició del hartazgo y la vergüenza que muchos honrados militantes socialistas sentían ante tanta corrupción como había habido alrededor de los últimos gobiernos de Felipe González, aunque mas tarde retirara su candidatura para que finalmente fuera Joaquin Almunia el que se presentara y perdiera las elecciones generales del 2000.
Esas son las consecuencias de hacer las cosas con nulo convencimiento, y algo que podía haber sido un ejemplo para la democracia española, se convirtió en un rotundo fracaso ante los palos en las ruedas que se pusieron entre los mismos compañeros de partido.
Como es natural, no aprenderían la lección y puede que primarias para la Comunidad de Madrid o para cualquiera otra candidatura, que tendrían que ser obligatorias, se pueden convertir en un nuevo y estrepitoso fracaso que después de haber beneficiado a su contrincante unos y otros se puedan echar en cara.

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